Viviana se formó como bailarina y trabajó bailando hasta los 26 años.
Luego del nacimiento de su hijo Akim, desarrolló su carrera como Stylist de moda en New York.
Desde hace unos años, se formó y trabaja como terapeuta de Rolfing.
Nacida en Argentina, vive hace más de 30 años en New York.

Hace dos años le propuse volver a bailar para un proyecto personal mío, que devino en un video musical en colaboración con Kaleema: Ceiba.
A partir de este trabajo, Viviana volvió a reconectar con experiencias y emociones bloqueadas hace años.
En esta entrevista, nos cuenta un poco sobre este proceso y su recorrido.

Music by Kaleema & El Búho

Contanos cómo fue tu camino como bailarina.
Descubrí mi amor por la danza el día en que una maestra de quinto grado me eligió para bailar en un acto escolar. A los 10 años empecé a estudiar danza clásica en la escuela de Nelly Pucci. Vale contar, que mi mamá, quien hubiese sido bailarina si hubiera podido, me acompañaba en el colectivo desde Villa Martelli a Capital tres veces por semana. Era toda una aventura.

Con el pasar del tiempo, fui sintiendo más curiosidad por otras formas de la danza mas allá de la clásica. Siguiendo ese espíritu curioso, decidí hacer el examen de ingreso para la Escuela Nacional de Danza. Entré. 
Lo que hasta ese momento había sido un acercamiento al mundo de la danza, se convirtió de repente en mi vida entera. Cursaba la escuela secundaria por la mañana, salía, me tomaba el colectivo a Diagonal Norte, me pasaba el resto del día entrenando y volvía tarde a Villa Martelli haciendo la tarea de la escuela el viaje de tren. Era muy intenso, pero a mi me encantaba.

El paso siguiente, el Taller de Danza del Teatro San Martin. Eramos 200 personas tratando de ingresar, yo fui una de las 16 ingresantes.  Los años en el taller del San Martin fueron clave para mi. Me expuso a estar en contacto con compañías del mundo entero, me abrió la cabeza y expandió mi panorama y mi relación con el arte. Fue un momento muy enriquecedor. El entrenamiento era riguroso y profesional, crecí mucho como artista.

En mi último año, confirmé más que nunca que ese era mi camino. Por un lado Jenifer Muller, coreógrafa neoyorkina y una de las referentes de las técnicas predominantes en el taller, me ofreció una beca para viajar a New York y continuar mi entrenamiento en su compañía. No lo dudé un instante, pero había una condición, mi papá me permitiría ir una vez que cumpliera la mayoría de edad. Tenía que esperar 8 meses para cumplir 21. 
Tuve tanta suerte, que en ese momento, Ana Maria Stekelman, coreógrafa Argentina y Directora del Taller por esos años, me ofreció una beca para seguir estudiando allí un año más a cambio de mi participación como bailarina en el work in progress de “Jazmines”, una de sus obras más importantes. 

Fue un momento bisagra en mi vida como bailarina porque tomé conciencia de que esa era mi profesión. A raíz de la decisión de quedarme ese año en Argentina, tuve la oportunidad de trabajar con Jaime Kogan en el Teatro Colón, hice gira con Renata Schussheim, bailé con la compañía de Rosana Grinstein, etc. Era una época muy prolífica en Buenos Aires, se estaba dando un fenómeno multidisciplinario y yo tenía la suerte de ser parte de ese movimiento como bailarina. Eramos jóvenes, actores, cantantes, bailarines, performers, artistas visuales, fue una época experimental de mi vida y de mucho crecimiento. Era totalmente independiente, vivía sola y estaba inmersa en ese universo que me apasionaba.

Nueva York me voló la cabeza. Tenía 21 años recién cumplidos y esa sensación que había experimentado en Buenos Aires de libertad, creatividad y locura, fue una muestra gratis de lo que me esperaba en esta ciudad. Todo era nuevo, el idioma, la diversidad, conocer gente de todas las nacionalidades. Fueron años de experiencia, audiciones, crecimiento. Me abrí al mundo, literalmente. 

Me enamoré de la ciudad y también me enamoré de un hombre, el papá mi único hijo, Akim. En el medio de mi embarazo, él cambió de parecer con respecto a la decisión de tener nuestro hijo, pero para mi no había vuelta atrás. De modo que fui mamá en Nueva York, a los 25 años, sola.

Lamentablemente, la condiciones no estaban dadas para que yo pudiera continuar con mi carrera como bailarina y ser madre soltera al mismo tiempo. No tenía apoyo del Estado, como puede suceder en otros países y revisando mejor, debo admitir que fue mi decisión “bancarmela sola” y no pedir ayuda a mi familia. Tuve que salir a trabajar de lo que fuera. Con mucho dolor me vi forzada a cerrar la puerta de lo que hasta ese momento había sido mi vida, la danza.
¿Qué significó, en este sentido, el proyecto que filmamos?
Cuando me comentaste del proyecto y me pediste ayuda para desarrollar el trailer, no pude creer algo que en ese momento no compartí de inmediato con vos. Me di cuenta de que lo que estabas contando, sin saberlo, era muy cercano a mi historia personal. 

Para mi fue muy fuerte. Hacía años que no estaba en contacto con la danza, mi único lazo con ella era el tango. Recuerdo que cuando empecé a bailar en milonga, todos me preguntaban si lo iba a hacer profesionalmente y yo entraba en pánico, no podía ni contestar. Por un lado me moría de ganas de hacerlo, pero el miedo me paralizaba y me daba como una puñalada en el corazón. Esa puerta había estado cerrada mucho tiempo. 

Gracias a vos y a este proyecto, tuve el coraje que abrir esa puerta de nuevo, tirarme a la pileta y sanar. 
Aceptar hacer este proyecto fue un antes y un después. Reencontrarme con mi hermano de la vida Rolan y bailar juntos otra vez, volver atrás 25 años, visitar y habitar mi cuerpo nuevamente con la intensidad y la honestidad que solo la danza me permite. Significó abrir mi corazón, derrumbar mis miedos y desarmar una coraza durísima que construí con mucho esfuerzo. Fue liberador. Por primera en mucho tiempo, no quería controlar nada.

Fue muy gracioso que en gran parte de la peli estoy desnuda, este escrito de Pessoa resume lo que pienso al respecto:

Hay un momento en el que es preciso dejar la ropa usada
que ya tiene la forma de nuestro cuerpo,
y olvidar nuestros caminos,
que nos llevan siempre a los mismos lugares.
Es el momento de la travesía:
y si no nos atrevemos a hacerlo,
quedaremos para siempre,
fuera de nosotros mismos. 
Fernando Pessoa.

¿Qué significa para vos bailar?
Toda la vida me manejé como bailarina, pienso como bailarina, cocino como bailarina, muchos de mis amigos son bailarines. Soy eso. Soy bailarina.
Fue mi manera de vincularme con el mundo, de interactuar con los demás. Una necesidad y una herramienta. 
Mi mamá siempre me decía desde chiquita, que todo lo que yo hacía lo hacía bailando. No sé, ponía la mesa y estiraba. Mi profesora de educación física me retaba, porque decía que yo corría y jugaba al Volley como bailarina, de hecho me bochó y me llevé gimnasia a Diciembre! (risas). 


Contanos un poco cómo fue tu experiencia con el embarazo y el parto de Akim.
Uf, fue difícil. Como te contaba antes, por varias circunstancias, estuve muy sola. No tuve soporte familiar, tuve escaso soporte de su padre. Y mis amigos, estaban en otra. Sumado a esto, ese mismo año mi mamá falleció de cancer y yo no pude llegar a tiempo para despedirme. Fue crudo. Lloré mucho y se me ponía la panza dura. Me aterraba pensar en la angustia que le estaba transmitiendo a mi bebé, pero en ese momento, me sobrepasaba. 
El parto: lejos de lo que yo me había imaginado. 
Estaba estirando en mi casa, era medianoche y rompí bolsa. Llamé a mi amigo Dani y me llevó al hospital. 
Ahí empezó la travesía. Entré al hospital y me postraron en la camilla, como había roto bolsa no me dejaron moverme más, fueron 27 horas de trabajo parto.
Mi inclinación hacia lo natural era fuerte por lo tanto no quería saber nada con los calmantes, pero después de 15 horas de parirla, literalmente, acepté la peridural. Experiencia que no repetiría.
Después de unas horas, lista y dilatada para parir, probé de mil maneras. No había forma, no salía. Había que hacer una cesárea; para eso, anestesia local. Tuve la mala suerte de que no me hiciera efecto y la única opción a esa altura fue dormirme. No pude ser partícipe de manera consciente de la llegada al mundo Akim. Fue un dolor muy profundo que me partió al medio todos estos años. 
Gracias a la terapia de memoria celular, logré remover la impresión de dolor que había quedado registrada ahí. 


¿Qué significa para vos la maternidad?
Desde niña, casi sin darme cuenta, ejercí siempre el “rol de madre” desde el juego. Con mis amigos siempre fui muy madraza también. Me acuerdo que a los 11 años jugaba con una amiga más chiquita y yo la cambiaba, la bañaba, me creía la madre. Lo hacía de forma natural.
De alguna manera, para mi la maternidad fue fácil. Relacionarme con mi hijo, fue fácil.
No tuve ayuda, ni instrucciones, nadie me explicó como hacerlo. Aunque sabemos que nadie te puede enseñar a ser madre o cómo educar a un hijo. Si puedo decir, que me hubiese gustado tener cerca a mi mamá.
Me manejé muy instintivamente. Realmente siento que crecí a la par de mi hijo, cuando quede embarazada tenía solo 25 años. Es un proceso super personal y un camino que en el que aprendí mucho de mi. 
Lo positivo de todo es que hoy tenemos un vínculo y una comunicación muy abierta con mi hijo, como él mismo dice: “we are a team”, somos un equipo. Me siento amada y acompañada por él. 

¿Cómo fue y cómo es a lo largo de tu vida personal la relación con tu feminidad ?
Podría decir que la relación con mi feminidad ha sido fluida, nunca sentí que ser mujer me coartara. Crecí muy cerca de mi hermano y sus amigos, sintiéndome cómoda entre varones, pudiendo desplegar mi género. También, en mi adultez, siempre me moví en círculos en los cuales los roles no están tan definidos como en otros ámbitos, danza, moda, artes. Lo cual afianzó en mi esta sensación de no-competencia, no-distancia, con el género masculino. 
Siempre fui muy curiosa, muy independiente y por suerte mis padres jamás me impusieron un modelo “mujer” a seguir. Pude construirme a mi manera. Eso, por un lado, me dio libertad, amplitud mental, seguridad en mis desiciones. Pero reflexionando al respecto, hoy me doy cuenta que tal vez en algún momento, en el afán de sostener el estandarte de la mujer fuerte e independiente en la que me convertí, prescindí de ayuda que podría haber recibido y me endurecí un poco emocionalmente.
Es interesante mencionar, ya que hablamos de feminidad, que si bien tengo un sentido de la estética agudo y aprecio la belleza, nunca me sentí condicionada por las formas impuestas por la sociedad. Al haber trabajado 20 años en moda y haber visto desde adentro como funciona esa maquinaria y cómo se manipula la imagen de la mujer constantemente, logré tomar distancia de esa imagen preconcebida de la mujer y relacionarme con mi propio cuerpo de una forma menos limitada y más honesta.

¿Qué significa para vos ser una mujer fuerte?
Ese concepto fue cambiando a lo largo de mi vida.
Cuando era más joven, lo relacionaba con no pedir ayuda, con hacer todo sola. Era excesivamente autoexigente y de alguna manera relacionaba eso con la fortaleza.
Hoy, a los 50 años, tengo una visión bastante más flexible al respecto. Si bien, debo admitir, que trabajo diariamente en liberarme de la carga que me auto impuse al querer ser una “mujer fuerte”.
Si tengo que tratar de definir una mujer fuerte hoy podría decirte que es una que camina la vida y hace frente a lo que se presente con ímpetu y garra, pero a la vez permitiéndose ser vulnerable y estando en contacto con las necesidades propias, con el amor propio. Es buscar el balance, el equilibrio interno, utilizando las herramientas que la vida nos da. 
Muchos años pensé que tenía que ocultar mi vulnerabilidad porque sentía que me debilitaba, hoy, al estar en contacto con eso, siento que es un lugar que me empodera. Me permito SENTIR, me permito MOSTRARME y SER. Eso me da fortaleza y me define.
¿Qué prácticas personales para vos son sanadoras de tu conexión con la Madre Tierra y la feminidad?
Tengo una conexión fuerte con la Madre Tierra. Toda mi vida me fue fácil tener una vida sana. Siempre muy conectada con mi cuerpo, con mi sistema, mis hábitos, mi alimentación.
Las plantas son un cable a tierra para mi. El bosque es mi espacio ideal. Amo entrar a un bosque al anochecer y conectar con todo ese mundo de hadas, animales, insectos y seres que lo habitan. Es como que cobrara otra vida de noche; los sonidos, los olores, los colores. Me nutre el alma y me transporta.
En este sentido, Nueva York es una ciudad energéticamente difícil para mi. En mi casa, piso 17 en el corazón de Manhattan, creé mi propio oasis. Tengo muchas plantas, dos de mis arboles tienen ya más de 20 años! Cada vez que puedo, busco escaparme para estar en la naturaleza. Disfruto viajar a lugares remotos, simples, despojados de la urbanización extrema en la que vivo. Necesito tocar la Tierra, ver verde.
El verano pasado, estuve en Guayana Francesa y me sentí realmente muy feliz. Sola con la naturaleza en su estado más salvaje, inmersa en esa fuerza tan poderosa. Es mi habitat natural. Es mi espacio. 
Por otro lado, otro cable a tierra es mi conexión con el cuerpo y el movimiento. Soy terapeuta de Rolfing y eso me ha ayudado mucho a estar conectada con una energía muy similar a la danza. Me meto dentro del cuerpo del otro, buscando soltar emociones almacenadas que crean corazas y dolor. Se crea una especie coreografía entre mis manos y el cuerpo del paciente. Meditar todos los días es de gran ayuda también. 

Qué mujeres te inspiran (en tu vida cotidiana o que como referentes)?
Nunca tuve mujeres referentes. Pero si valores referentes. Por ejemplo; las personas que dedicaron su vida al servicio, fueron grandes inspiraciones para mi. La Madre Teresa fue una de ellas. Admiro y valoro cualidades de distintas personas; la independencia, la fortaleza, la compasión. Tanto de mujeres, como de hombres.

Si pudieras darte un consejo a vos misma al tener tu primera menstruación, ¿qué te dirías?
Que es un proceso que hay que abrazar. Es natural, simbólico y ancestral. Nos une como mujeres.
En lo personal tuve una relación linda con mi menstruación. Me vino a los 14 años y se me cortó, relativamente temprano, a los 45 años. Nunca sufrí trastornos físicos mayores, ni con la menstruación, ni con la menopausia. No tomé pastillas anticonceptivas y creo que eso fue positivo. 


¿Qué ves en tu futuro?
Sigo siendo muy curiosa. Siempre estoy mirando al futuro y buscando reinventarme.
Hace dos años volví a la universidad para ampliar mis conocimientos y tener más herramientas como terapeuta.
Deseo poder continuar con mi sueño: viajar y trabajar en comunidades remotas y poder ayudar a otros a través de mi trabajo con el cuerpo, a sanar. Me interesa mucho trabajar con niños y ancianos. Los dos polos de la vida.
Ahora que Akim creció, la vida dio una vuelta muy linda y me da la oportunidad de hacer lo que quiero y lo que me apasiona. 
Mágicamente todos mis colores se van integrando y formando así una nueva versión de mi misma.
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