Desde que sentí el deseo de gestar, sentí el deseo de parir en mi casa. Lo supe siempre, nunca lo dudé.
Es más, si algo me daba miedo, era terminar en una clínica u hospital. Mi compañero siempre confió en mi y le encantó desde el minuto cero la idea de parir en casa. Leímos y aprendimos juntes muchísimo durante la gestación de nuestro hijo.
Embarazada de 3 meses empecé a averiguar quién podría acompañarnos en el parto en casa, y después de varias entrevistas, decidí que Caro Waldner y Ana Becú me acompañarían. Desde la primer charla sentí que eran ellas mis ángeles guardianes. Y nunca lo dudé tampoco.
Me acompañaron todos los meses, con sesiones super largas e informativas, en donde tratábamos no solo temas relacionados al embarazo, sino a la historia de nosotras dos, de nuestras familias, nuestros miedos y deseos. Un proceso hermoso y que recomiendo a todxs quienes busquen traer a esta dimensión a nuevos seres !
La fecha (im)probable de parto de Lobo, fecha en la que se cumplían las 40 semanas, era el 29 de diciembre del 2019.
Creo que porque yo nací en la semana 39, con un parto sin intervenciones (siempre me lo decía mi mamá), tenía la idea que mi hijo iba a nacer una semana antes.
La semana 39 se cumplió y no pasaba nada. No sentía ninguna contracción fuerte. Salvo algún día que me esforzaba de más, pero eran muy leves.
Mientras transcurría la semana 39, empezó a aumentar mi ansiedad, y empecé a preguntarle a todas las mujeres que conocía que son madres, como se desencadenaron sus partos.
Para mi sorpresa, la mayoría de las mujeres al profundizar en sus relatos, descubrían que sus partos habían sido intervenidos de muchas formas, algunas sutiles, otras no tan sutiles…
Cuando hablé con mi mamá, juntas descubrimos que mi parto no había sido “sin intervención” como ella siempre me contaba, sino que la partera le hizo la famosa maniobra de Hamilton (en la que te rompen la membrana para desencadenar el parto), porque ya estaba dilatada, y además le pusieron goteo (oxitocina sintética). Es decir que mi parto, había estado MUY intervenido, y mi mamá ni siquiera había estado al tanto.
Esa información me generó un montón de dudas y miedos, inconscientes, porque en el momento no me di tanta cuenta, y empecé a dudar de mi capacidad para parir. Empecé a dudar de mi cuerpo y de su capacidad para desencadenar el parto de manera natural, y sentí miedo.
Pasó la semana 40, el 29 de diciembre y yo ya caminaba por las paredes de la ansiedad!
Para colmo la gente no entiende qué hacer en esos momentos, y en vez de dejarte EN PAZ, te mandan un millón de mensajes por día preguntándote “y…???” . A lo que me hubiera gustado responder más de una vez, de una manera poco amigable, y un tanto violenta, pero intentaba respirar y simplemente decir “y nada. Sino te hubieras enterado!” JA.
Empecé a meditar mucho. Una práctica que me acompaña desde antes del embarazo. Me sentaba y visualizaba mi útero gestando, y mi útero pariendo. Respiraba y me llenaba la pelvis de óxigeno y luz.
Le hablaba a mi cuerpo, y a mi hijo. Les decía que ya estaba lista para parir, pero que esperaba su tiempo.
Aunque no sé si los primeros días era tan honesta mi afirmación ;)
El 31 de diciembre, la fiesta de fin de año, decidí festejar en lo de mi mamá con poquita gente, ya que era cerca de mi casa, y tenía la posibilidad de irme corriendo si hiciera falta.
Pero no pasó nada...
Yo ya estaba angustiada y me daba terror llegar a la semana 41 y que me presionaran para ir a un hospital.
Así que el 1 de enero decidí desconectarme del mundo exterior, apagué el teléfono y me sumergí en un libro de relatos que se llama "Parirnos Libres, Argentina naciendo en casa"- de Isis Coalova y Cintia Martín.
Eso y meditar. Después de la meditación del 1 de enero visualicé que mi hijo y yo cruzábamos un aro de luz muy grande. Juntxs. Escribí en un papel “Quiero legarte confianza en tu cuerpo y tus procesos”, y lo pegué en la cocina.
Porque entendí que lo que yo estaba haciendo era esperar el momento adecuado de mi cuerpo y de mi hijo para parir. Ese día supe que nadie me iba a obligar a parir en una clínica. Ni intervenida.
A las 20.30hs habíamos terminado de cenar , yo había cenado liviano porque ya casi nada me entraba.
Juani, mi compañero, se fue al cuarto donde hace música y yo me quedé en nuestra habitación y comencé a ver una serie que me había bajado.


Relajada en la cama, empecé a sentir unas leves contracciones. Que decidí empezar a anotar la hora en que las sentía.
Fueron en aumento rápidamente. Cada 10 minutos, después de media hora, cada 5. La segunda hora cada 3. Y todavía no le había dicho nada a Juani! Quería que ese momento fuera mío y de Lobo. Hasta no estar completamente segura que ese era el día de su llegada.
Cuando pasaron 2 horas, fui al baño, hice caca y mis contracciones ya eran cada 2 minutos. Fui a decirle a Juani que ya estaba sucediendo. En el momento en que se lo dije, fue como que se disparó la situación, fui al baño nuevamente y vi que había roto el tapón mucoso (porque tenía flujo con sangre).
Juani me preguntó si quería que llamáramos a Caro y a Ana. Le dije que les avisara, pero que les dijera que todavía no vinieran.
La oxitociona recorría mi cuerpo. Yo estaba completamente drogada. Con las papilas estalladas. Tremendamente feliz de que estuviera sucediendo. Y en mi casa!!!
Recuerdo que hacía muchísimo calor. Pleno verano. Y que yo no podía estar en otra posición que no fuera parada. Sentía la necesidad de estar enraizada en la Tierra con mis pies.
Intenté ponerme de cuclillas para surfear alguna contracción (o ráfaga como le dice Ina May Gaskin, en Partería Espiritual) pero mi cuerpo solo se paraba de inmediato. No la soportaba.
Recuerdo que ahí pensé que horror y qué sufrimiento para las mujeres tener que vivir las contracciones acostadas. Pensé que si hubiera estado en una camilla, hubiera pedido a gritos la epidural (anestesia).
Caminaba por toda la casa, y Juani estaba ahí, acompañándome, en silencio y con todo su ser atento y dispuesto.
Yo cada vez más me iba hacia otro lado. Iba entrando cada vez más en mi. Iba dejando esta dimensión.
Muchas veces leí que el parto es un viaje hacia las profundidades de tu ser, para salir del otro lado con tu cría. Y vos, nacer madre.
Sé que para mi fue así. Iba dejando de escuchar, dejando de ver. Para ver más hacia mi interior. Mis aguas. Mis verdades.
Recuerdo un dolor muy fuerte en el sacro. Recuerdo que por momentos pensaba que tenía que llegar a los famosos 10cm de dilatación para poder pujar. Había leído mucho y sabía las etapas.
Y recuerdo pensar, como leí en algún relato del libro de Isis, que cada ráfaga era una ráfaga menos para conocer a Lobo. También sentía todo el tiempo que lo peor no había llegado todavía.
Recuerdo que en un momento le dije a Juani que llamara a Ana, porque ella vivía más cerca que Caro.
Creo que era la 1 de la mañana en ese momento. Y yo sentía que ya estaba muy desconectada de la realidad. Me dolía mucho el sacro, pero el resto era muy transitable. Sentía que faltaba aún la parte más difícil.
Ana llegó y yo estaba caminando por el living a oscuras. En toda la casa no había ninguna luz. Por decisión mía.
Escuché que Ana lo llevó a Juani a la cocina y le dijo que el parto ya estaba muy avanzado, porque yo estaba perdiendo bastante sangre.
Llamó a Caro y le dijo que venga.
Le dije a Ana que se fijara cuánto había dilatado, y me acuerdo que pensé “si no dilaté mucho, me voy a poner muy mal, porque quiere decir que falta mucho”. Ella me dijo que no hacía falta. Que confíe en el proceso, que venía muy bien.
Me devolvió el poder a mi.
Lo que sí hacía cada tanto, era chequear el corazón de Lobo. Al prinicipio no lo encontraba, no podía escucharlo. Yo sabía que todo estaba bien, así que lo único que pensaba era "por favor que lo encuentro, porque si me tienen que trasladar ahora a una clínica, no voy a poder!!! Vestirme y subirme a un auto? Antes morirrrrr". Finalmente lo encontró!
Ana me preguntó si quería ir a la bañera, por el dolor de sacro y fuimos.
Pero no podía dejar de estar parada, así que me tiraba agua calentita en la espalda, y eso un poco me calmaba.
Juani en ese momento quiso armar la pileta en el living. Y cuando fue a buscarla Ana le dijo “no creo que llegues”. Eso me alentó mucho!! Estaba cerca.
El sacro me partía al medio. Sentía como la cadera se me abría en mil pedazos.
Llegó Caro y quise salir de la ducha. Juani había logrado armar la pileta muy rápido! Pero no quise meterme.
Me paré en el sillón y sentí unas ganas de pujar que se me iba la vida en eso.
Le pedí a Caro que me hiciera "el tacto" para ver cuánto había dilatado, porque no quería pujar si no había llegado a los famosos 10cm.
Caro me miro y suavemente me dijo “No hace falta. Si vos sentís ganas de pujar, pujá”. Wow! No saben, otra vez me devolvió el poder a mi. Y en ese momento sentí como Lobo se encajaba perfectamente en mi canal vaginal, ya listo para llegar a esta dimensión.
Durante esas ráfagas, me contó Juani, yo vocalizaba como un animal salvaje. Me dijo que era un canto de placer intenso, mezclado con dolor. Pero sobre todo placer. Y que nunca me había escuchado hacer un sonido semejante. Yo sabía que vocalizar relaja el canal vagina (espejo de la garganta), pero en el momento que lo hice, fue totalmente instintivo, mi cuerpo me lo pidió y yo actué, sin filtros.
Fue muy loco, cuando empecé a pujar, claramente mi mente se volvió clara. Volví a esta dimensión, volví hacia afuera. Y estaba en estado completamente activo.
Es tan sabio el cuerpo. Es como que estaba preparada para agarrar a mi hijo y hacer cualquier cosa que hiciera falta hacer. No estaba más en transe.

Después de sentir que Lobo se encajaba, en la próxima ráfaga, sentí lo que llaman el aro de fuego. Y recuerdo que ese fue el primer momento en que pensé “no puedo”. Me sentí prendida fuego. Pensé que no iba a poder lograrlo. Que si lo hacía iba a morir, con todos mis órganos fuera de mi cuerpo.
Respiré, y supe que era eso. Iba a tener que morir, hoy entiendo que así fue. Que iba a tener que dejar toda la que era en esa ráfaga, en ese instante.
Y grité. Grité gravemente, desde el centro de mi cuerpa. Y respiré anclada en mi centro también, para no desgarrarme.
Y la cabeza salió. Y el tiempo se paró. Con la cabeza entre mis piernas. La bolsa intacta.
Silencio.
Me acuerdo que le pregunté a Caro “y ahora?” Ella me dijo que tenía que esperar a la próxima ráfaga.
Esperamos y llegó. Le grité a Caro que lo atrapara y me entregué. Y con la ráfaga, los hombros y el cuerpo entero.
En la bolsa.
Lobo nació a las 4.55am del 02 de enero, en la bolsa, en las manos de Caro.
Después me contaron que los bebes que nacen con la bolsa, se dice, serán chamanes o parterxs.
No sé, pero es una bella anécdota :)

Nos movimos al cuarto, ahí recién pude acostarme. Desde las 21hs que estaba parada!!! jajaja.
Lobo se quedó en mi pecho. A la hora y media expulsé la placenta, con un poquito de fuerza, pero sin nada de dolor. Y recién cuando el cordón dejó de latir Juani lo cortó con mucha suavidad con un cuarzo rosa que elegimos para ese momento y que es de Lobo, junto con una turmalina negra que le estamos cuidando.
Después se prendió a la teta super bien, no me desgarré nada, así que pude ir caminando a hacer pis y a bañarme sin problemas!

Caro y Ana se fueron alrededor de las 9am. Mis ángeles silenciosas a las que voy a amar y agradecer toda la vida.
Mi mamá y mi prima, la madrina de Lobo, vinieron a vernos antes del mediodía, y a traernos comida casera que comimos recién a la noche.

Todo ese día dormimos profundo, con mucho placer y alegría, lxs tres en la cama :)
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