¿Cuál es mi revolución?
Re-descubrir el mundo a través de sus ojos.
Estar al servicio de esa potencialidad.
Como toda revolución, no llega de un día para el otro. Simplemente aceptando y abrazando una realidad a modo new age.
Sino que hace falta trabajo interno y social.
Habitar el vacío de sostener una vida en crecimiento,
cuando nos enseñaron que lo que vale es producir, no es tarea sencilla.
No viene sin desgarros, no viene sin rupturas. No viene sin caca.


¿Qué es la entrega para mi?
Uf, pregunta que me viene dando vueltas hace días.
Y ya no encuentro las palabras para desarmar mi angustia.
Lo único que la desarma y la transforma sos sus abrazos, sus risas, sus miradas.
¿Para qué busco desesperadamente escribir?
Creo que para encontrarme en este caos.
Ver si logro decodificar quién soy ahora.
Ver si a alguien le hacen eco estas palabras.
Para sentirme menos sola.
Porque estoy rota.
No sé quién soy. Perdí la identidad.
No sé qué es lo que tengo para dar.
Soy nada en el mundo. Me quedé atrás.
Soy todo en mi casa. El mundo entero para mi cachorro.
Esa dicotomía me está haciendo mierda, y es la que trato de retratar en estas dos fotos.
Pivoteo entre la epifanía y la miseria.
Entre sentirme plena y sentirme la peor madre del mundo,
cuando mi hijo me muerde la espalda buscando mi atención.
Que ya ni sé dónde está.
La imposibilidad de sostener un proyecto propio, me hace mierda.
Me hace mierda sentir que no estoy disponible como madre entera.
Que busco el reloj mirando si ya llegó mi hora de soledad.
Encerrada en la habitación escribo, dudando de si ir al baño, por si mi presencia rompe el hechizo mientras está con su papá sin llorar.

Me meo. Salgo.
Upa. Vamos al baño. Sentada en el inodoro toma teta.
Soy todo. Me repito. Soy.
Somos. En este momento siento calma.
No sé que va a pasar dentro de dos minutos.
Un día a la vez ya me queda grande.
Una respiración a la vez, lo siento más real.
Lo estoy haciendo lo mejor que puedo.
Back to Top