Escuchamos hablar mucho sobre los mensajes que nos da el cuerpo sobre nuestro estado mental-espiritual-físico y sobre qué hacer cuando aparecen los síntomas-avisos.
Pero qué pasa cuando vivimos en una sociedad que nos educa para no darnos espacio de escucha. Que nos enseña que hay que tener respuestas para todo, antes de ir hacia adentro humildemente. Que tenemos que entender todo desde la intelectualidad, las causas-consecuencias. Que está mal "no saber", y es débil aceptarnos aprendices constantes de la vida.
Que tenemos que estar atareadxs para ser exitosxs (y qué quiere decir exitosxs?!)
Un años antes del embarazo sentía que era una persona re alineada con mi cuerpo, que después de años de abuso de cosas que me hacían mal (vínculos, trabajos, drogas, comidas) había logrado un equilibrio.
No fue solo que vino el equilibrio, sino que necesité mucho espacio físico, distancia, para entender muchas emociones y patrones que no eran solo míos, que estaban operando en mi vida.
Años después de mudarme a Alemania de un día para el otro, entendí por qué había tenido esa necesidad: espacio.
Espacio de mi familia, de mi zona de confort, de mis amigxs de siempre, de mis formas de siempre, de esa que pensaba que era yo. Que se identificaba con todo lo que hacía y no con lo que era.
Entendí que había necesitado una distancia geográfica de mi ser viejo, para aceptarme en esta nueva piel que pedía a gritos ser aceptada y escuchada.
Los primeros años lejos, fueron unos de bastante oscuridad y auto-abusos, pero después de mucho laburo, empecé a sentir que sanaba un montón! Que escuchaba a mi cuerpo-espíritu y me daba lugar A MI.
Pero el equilibrio, obvio, no es algo fijo. Es algo que se va moviendo y que lo tenemos que encontrar cada vez, y lleva mucho esfuerzo a veces.
Cuando quedé embarazada sentí un nuevo llamado desde adentro a volver a mis Tierras, de encontrarme con mi familia, con mi mamá, con mi linaje.
Volví con 5 meses de embarazo, a quedarme por lo menos por un año. Agradezco haber escuchado ese llamado.
El embarazo me conectó mucho con mis necesidades, mi cuerpo me habló, me gritó fuerte a veces, quedé casi inmovilizada en el segundo trimestre, y luego de un parto en casa (que me conectó con un lado salvaje puro y profundo) empecé a habitar esta nueva cuerpa, ni tan nueva, ni tan conocida, pero diferente al final: cuerpa-madre.
Desde que nació Lobo siento una ansiedad y un stress que me llevan puesta.
Y estos días, me di cuenta, que además del nacimiento de mi hijo, hace menos de dos años que volví (embarazada!) a vivir a Argentina después de 5 años de vivir en Berlín.
Alto bardo. Alto stress desarmar una vida y armar otra acá. Con tantas cosas nuevas.
Pero al haber sido mamá, esa situación quedó en segundo plano, y nunca, hasta hoy, había notado la angustia y el stress que provocaron en mi.

Este año, me tomó la sensación de sentir que “tengo que hacer algo” que ni sé bien qué es, pero sé que lo debería estar haciendo. Ese chip de hiper-productividad que creo que muchxs, sino todxs, tenemos instalado y cuesta tanto sacarnos de encima.
Hace meses que me siento re des-alineada, me alejé de mi práctica de yoga durante dos meses (aka alejarme de mi cuerpo) y comí mucha mierda, que solo profundizaba mi ansiedad.
Por que sí, se puede ser veganx y comer porquerías que te estresan. Que te dan puro placer en el momento instante que tocan tu lengua, y ya. Eso es todo.
Para alguien como yo, que siempre lidié con problemas profundos de dolor de panza, intestino irritable, dolores de útero, la alimentación es una aliada.
Pero en estos meses, muchas veces me perdí.
No podía generar ese espacio tan necesitado. Ese espacio, en el que surgieran mis necesidades, ese espacio para escuchar a mi cuerpo.
Esta semana, después de muuuuchas dudas, de muuuuchas idas y vueltas, decidí embarcarme en una semana de ayuno con Paloma.
No la conozco a ella personalmente, pero me acompañó super amorosamente y muy medida.
Sin invadir, ni exigir, en absoluto. Un ser de luz. GRACIAS.

El ayuno era de jugos detox verdes por 3 días, y rojos y verdes por 2 días
+ 3 limpiezas colónicas en una semana.

La primer colónica fue una experiencia muy intensa. Ya me había hecho unas limpiezas el año pasado, pero se ve que estos días tenía el hígado y los intestinos super cargados, porque la pasé muy mal. Náuseas, mareos y retorcijones. Mi cuerpo me estaba hablando, y ahí en la camilla, sentí que lo podía escuchar mejor. Sin distracciones.

Es muy fuerte la sensación que tengo ahora, terminando el cuarto día de ayuno.
Calma.
Eso siento.
Siento que mi cuerpo necesitaba espacio. Y yo necesitaba espacio para decodificar todo lo que mi cuerpo me estaba diciendo. Hablo como si fuéramos dos cosas separadas, pero claro que no.

Somos una. Mi cuerpa y yo. Aliadas. Equipo.

Durante mi vida, aprendí a querer a mi cuerpo. Hay días que me maltrato mucho, me la re doy. Pero en estos días, sé que con mucho esfuerzo busco la mejor relación, y busco darme las cosas desde el amor y el respeto. Investigo, estudio, no me canso de leer formas en las que puedo sentirme ampliada espiritualmente, y formas en las que puedo habitarme desde el amor, y la presencia.

Abrir espacio. Espacio para decodificar. Porque afuera hay demasiado ruido.

Hace semanas que venía con los intestinos inflamados, tipo panza de embarazo, y con una sensación física de ahogo.
Estos días de ayuno, pude decidir no trabajar (ya que soy freelance y tengo privilegios), decidí que iba a volver a mi práctica de yoga. Pero sin zarparme, me puse un límite claro. Con metas de práctica no tan exigentes, duraderas, sin querer ir aumentando mis horas de práctica muy rápido. Sino dándome espacio para ese proceso.

Habitar la situación de estar con mi compañero, sin comer juntxs. Algo que antes del embarazo era super normal, porque tenemos necesidades fisiológicas reee diferentes! Y estos meses me costaba mucho habitar la situación de no comer si él comía.

Habitar una caminata, sin tener que parar a consumir algo.
Habitar una tarde de juego con Lobo, sin tener que entrarle al maní o a un alfajor. Porque me aburro por momentos.
No sentir que tengo que hacer nada más que estar ahí.
Habitar(me). Habitarme. Respirar. Hasta pude dormir la siesta.

No sé si este sentir es definitivo. Bah, sé que no lo es, porque la vida es cíclica, y así es el caos.
Y lo agradezco. Porque vivir en monotonía es un bajón. Así no aprendemos nada. Al menos no yo!

Pero sí siento que encontré una herramienta. Que me fue compartida.
Una medicina que ya es parte de mi. La de generarme espacio adentro, cuando afuera es un caos.

Como entiende el Ayurveda, el Agni, o fuego digestivo, no metaboliza solo lo que ingerimos por la boca, sino todo lo que entra por nuestros sentidos. Por lo tanto las emociones también necesitan de ese fuego disponible.
Terminé un día antes la propuesta del ayuno. Porque, después de una noche larga de dar la teta, mi cuerpo me estaba pidiendo ahora sí, alimento más sólido. Una ensalada fresca.
Y me lo di, con mucho amor y color.
Para alguien tan auto-exigente como yo, haber decidido cortar con el ayuno un día antes, es una gran señal de amor propio y auto-escucha. Y sobre todo, respeto por mis necesidades, hoy.
Como hace 5 años necesité espacio físico para tener lugar para hundirme en mis profundidades y salir, hoy lo pude hacer yendo hacia adentro. Encontré ese espacio que puedo darme dentro de mi.


Les deseo que encuentren sus herramientas necesarias para darse espacio !

Con amor,
iari

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