Cami es profesora de Yoga, certificada en Anusara.
Se formó en Estados Unidos y da clases en Buenos Aires.

Tiene una claridad y una visión del Yoga muy cruda, honesta y poco romántica,
que trasmite muy poderosamente en sus clases.

Actualmente trabaja dando clases grupales, particulares y formando profesorxs.
• ¿Cómo comenzó tu camino con el yoga?
Creo que todo comenzó con conversaciones con mi abuela. Ella era astróloga y hacía yoga.
No es muy común!
Y me acuerdo que estábamos de vacaciones en San Bernardo, y mi abuela me habló algo sobre la respiración, no sé ni qué.
Pero ahí se gestó algo, que se empezó a gestar después.
Hay pequeños hitos como leer algunas cosas relacionadas, como Siddhartha o el Kybalion, que me dejaron con preguntas en la cabeza…
Y desde los 15 años ya quería hacer el profesorado de yoga.
A los 16 ya practicaba y me costaba todo mucho! Mucho más que ahora.
Mi práctica fue muy salpicada, hasta los 24 años. Pero estudiaba expresión corporal o danza contemporánea, entonces había algo vinculado al movimiento.
Creo que en gran medida me salvó, porque soy muy mental, muy racional. Entonces bajar al cuerpo me salvó de conectar con una realidad un poco más tangible, con otro tiempo.
A los 24 hice un profesorado de yoga que duró como un año e inmediatamente cuando terminé ese profesorado, me pidieron de esa escuela que diera clase.
Entonces trabajé como 6 meses y lo odiaba. Me había comido que la gente en el mundo del yoga era buena, y después me di cuenta que no! Que la gente de mierda está en todos lados.
Tardé mucho tiempo en aceptarlo, tenía una especie de ingenuidad fuerte (risas).
Pero dando clases ahí, empecé a pensar cómo quería seguir, porque haber hecho un profesorado no me parecía suficiente.
Ahí la conocí a Ale Juarez, que daba clases de Anusara acá en buenos Aires y empecé a tomar muchas clases con ella por semana y ahí fue, en la primer clase, me acuerdo exactamente en qué postura estaba, qué dijo, qué sensación tuve, fue como que generó una conversación interna que fue como “o sigo haciendo lo mismo de siempre, o algo cambia”.
Se me está abriendo la puerta a explorar algo de mi, que me cuesta mucho, pero que el camino de crecimiento es por ahí.
Y ahí fue una decisión de empezar a transitar eso, mal que me pese.
En ese momento yo estaba en pareja con Franco, y él me convenció de hacer la formación de Anusara. La terminamos, duró alrededor de un año y pico y yo quise irme de viaje por un tiempo y mi viejo me regaló plata y me fui a tomar clases con un montón de maestros en Estados Unidos, durante 3 meses. Fue increíble.
Ahí lo conocí a Noah, que estaba en Los Angeles y me pareció un tipo muy claro, muy metódico, muy virginiano.
Y quería estudiar con él, pero la formación era carísima, y tenía que volar a LA muy seguido y me parecía un delirio.
Pero al final me convencí de que no era un delirio, e hice un trabajo durante meses de estudiar inglés muy especifico, para tener un lenguaje apropiado para dar clases.
Viajé 6 veces, hice la formación de 300hs con Noah. Y ahí se solidificó algo. Era el tercer profesorado que tomaba y se solidificó una forma de laburo.
Después vino la etapa de armar un montón de eventos acá con maestros que venían de afuera, con muchos años de práctica y enseñanza, y yo tener acceso a eso.
Es algo que me pasa al menos una vez por año. Los traduzco, entonces esa información tiene que pasar por mi boca y siento una información nutritiva constante.

¿Cómo es en tu cotidianidad la relación con el yoga?
A nivel íntimo es una muy buena relación, a nivel público no tanto (risas).
A ver, no tengo una rutina de práctica. Creo que es más una necesidad de práctica.
No sé, hago movimientos específicos mientras caliento agua para el mate. No lo pienso. El cuerpo lo hace. Eso sucede todo el día. Hago movimiento para estar más cómoda y sentirme bien en mi propio cuerpo, durante todo el día.
Cuando estoy un poco más organizada, sí tengo una práctica 3 veces por semana. Pero medio lo mismo. He decidido hace tiempo practicar sin objetivo de asana. Mi objetivo no es de postura, no es de desarrollo de mi práctica hacia lograr hacer invertidas, o algo así. No me interesa en lo más mínimo eso. Creo que tiene mucho que ver con generar un estado de bienestar interno. Entonces es bastante mutable el qué hago. Desde hace un tiempo no parece muy espiritual, tiene mucho que ver con desarrollar un sostén abdominal y fuerza de glúteos, un poco más compensar cosas que pasan en mi cuerpo, en mi cadera izquierda que es un tanto inestable.
También porque cuando siento el cuerpo más tónico y más agarrado, me siento más estable psíquicamente.
Mi práctica va por ahí, para generar un estado físico-psíquico en particular.
Muchas veces se acompaña con meditación, nada muy elaborado. Repito un mantra durante 18-20 minutos. “So ham” , que es “yo soy”. Reconociéndome como un aspecto de la consciencia suprema.
Y después siento también que hay una cosa constante de lectura de textos vinculados con el yoga. Y de auto-indagación, qué pienso yo con esto, qué me pasa a mi con esto.
Y en es estoy constantemente, todo el día.
Mucha auto indagación. De re-elaborar las situaciones, cuál es la forma más digna, noble, elevada de pararme frente a la mierda que sucede alrededor.
Ese siento que es mi vínculo más íntimo con el yoga.
Que supongo que algo de eso se traslada hacia las clases, no tengo muy en claro de qué manera, pero esa es mi versión íntima del yoga.
Creés que el yoga es una herramienta de cambio personal y/o social? De qué manera?
Pienso que puede serlo, y puede no serlo.
Es como que todo lo que uno hace puede estar al servicio de reproducir la misma mierda que sucedería en cualquier otro ámbito o no.
El yoga no necesariamente hace bien. Es como cualquier otra cosa. La tele, internet. Que se yo, si miras documentales puede estar re bueno, si miras todo el día los problemas de la farándula, no sé si va a ser una energía muy buena.
Si tu práctica termina reproduciendo los mismos patrones que tenés en el resto de tu vida, y que son dañinos para vos…es un espacio más donde pones toda tu energía al servicio de algo que no te hace bien.
Al mismo tiempo, sí. Yo creo que puede ser una herramienta de transformación muy grande.
Pero no sé si el Yoga es la herramienta. El yoga es una práctica, es una técnica. Lo que me parece que tiene el poder de transformación es la consciencia que uno pone.
Es un espacio que habilita a que suceda algo. Puede que suceda o que no.
Es un espacio más donde uno puede hacerse el bolado y negar lo que está sucediendo, o mirarse a la cara y decir, ya me estoy moviendo a los pedos otra vez, sin esperar a mi respiración.
No sé, algo que noto muchísimo yo en mi práctica.
Algo muy mío, de la ansiedad, el acelere, que mi cabeza va más adelante que mi cuerpo todo el tiempo. Me moví antes de respirar, no sé eso.
Pero eso requiere un proceso honesto de querer transformarse.
Y donde uno obviamente ve cosas de sí mismo, que no son las más bonitas. Y hay que tener ganas de querer trabajar con esas cosas.
Si hay esa decisión, sí. Yo creo que puede ser una gran herramienta de transformación personal y social. Es el cómo y no el qué hagas.




•¿Cómo planificas tu clases?
Suceden varios procesos en simultáneo. Planifico mucho, está muy planeado. Lo que no quiera que haya también espacio a la improvisación y una conexión con lo que está pasando en el momento.
Últimamente planifico en series, eso me ayuda a tener organizado el trabajo de alguna manera.
Al mismo tiempo, dentro de cada clase, a veces planifico hacia una postura, o a veces hacia un estado que quiero lograr.
Lo que está bueno de la exploración de mi propia práctica, hace que tenga tocada la textura de cómo se siente en el cuerpo, en la cabeza, y obviamente un correlativo espiritual de cierto tipo de trabajo.
No sé, las flexiones, las aperturas de caderas, un tipo de trabajo lento, produce cierto estado interno. Hacer paradas de manos, extensiones, produce un efecto completamente diferente.
Ambos están buenísimos, dependiendo de lo que uno pretenda.
El plan de clase va muy vinculado con eso y de generar un espacio de auto revisión.
En relación con estos estados.
También ver lo que va pasando con los alumnos, qué problemas surgen. Tengo mucha tendencia a trabajar desde el conflicto.
Observar una problemática, algo que no va bien y elaborar un camino para hacer que se evidencie eso en el otro. Tratando de correrme yo.
Que no necesariamente sea yo diciéndote con el dedo índice “esto no te sale, sos ansiosa” sino que a vos se te evidencie tu propia ansiedad. Y yo generar tus condiciones para que eso se te haga muy obvio. Y yo correrme.
Tanto a nivel clase particular, como grupal.
Internamente yo sé para quién va esa clase, para qué tendencias…no lo digo. Pero es como si todos los practicantes estuvieran en escena. Vos ves cómo se mueven, se hace muy claro.
Este, este y este siempre se están moviendo antes de que diga nada, o este siempre toma una parada más corta, nunca arriesga nada.
Yo utilizo el asana como modo de excusa o de experimento para que se experimenten así mismos.
Ahí siento que el yoga puede ser una herramienta de transformación, creando las condiciones para que te veas sin la culpa y el juicio. Sino en una circunstancia de transformación.
No sentir culpa por ser una ansiosa de mierda, sino saber que hay una herramienta que te puede ayudar: la respiración.
Que inmediantamente con el problema, venga una herramienta de de transformación. La transformación se practica, pero tenés herramientas.
A veces la clase es bastante más boluda ! (risas) Es solo mover las patas, divertirse.
Que también es parte de un reconocimiento espiritual. No siempre es denso, serio.


•¿Como fue y cómo es a lo largo de tu vida la relación con la feminidad?
Cuando yo era chica, a los 6 años, cuando tenía que ir a un cumpleaños se me armaba un conflicto interno con qué ropa ponerme.
Muy geminiano esto…una parte de mi deseaba verse linda, así como “nena linda” tenía una imagen de vestidito, y otra parte de mi, quería jugar cómoda y me quería poner otra cosa, otro tipo de ropa.
Creo que eso define bastante mi propio vínculo con las imágenes internas de femineidad.
Esta cosa mezclada…no sé si tengo en mi mente qué es lo femenino. No sé si lo entiendo todavía. O que va mutando dentro de mío. Creo que esa es la relación. Algo que está tratando de definirse. Que cambia. A veces tiene que ver con la delicadeza, otras con no sé algo más sexual y que salga algo más instintivo. Creo que también han aportando mucho las imágenes y los roles en los que me han puesto mis parejas / compañeros sexuales y las cosas que veían en mi y yo a partir de eso decía, ah esto también es ser mujer!
No lo tengo elaborado a un nivel muy consciente. Es una masa amorfa cambiando de forma constantemente.
Es una buena pregunta…no sé.
¿Qué es para vos ser una mujer fuerte?
Creo que también es algo que estuvo cambiando adentro mío en este último tiempo.
Cometí el error de creer que ser fuerte o tener poder era tener poder sobre el otro. Y me doy cuenta que eso fue una mierda, me llevó a un lugar muy choto. Que la fortaleza no es que el otro esté en un rol de sumisión, sino que estoy empezando a pensarlo más en mí misma. No en relación con un otro. Más poder conmigo.
Creo que es una sensación que tengo por momentos.
Estaba pensando en los momentos en los que me siento fuerte.
No sé ayer volvía de la casa de una amiga que vive en Palomar, sola, en auto, era de noche. En esos momentos, auto, autopista, sola, de noche, me he visto muchas veces en esa situación.
Quizás es esta cosa de conducirme. De conducirme, de llevarme hacia donde quiero. Sentir la fortaleza propia de estar llevándome a mi misma. La imagen resume eso.

•¿Si pudieras darte un consejo a vos misma al momento de tu Menarquía, cuál sería?
La verdad es que mi primer menstruación fue muy pacífica. Se me manchó la bombacha en la escuela, volví a mi casa y le pregunté a mi hermana. Esto es menstruación?
Me dijo que sí y toda mi familia vino a saltar al baño. Fue hermoso.
Y de ahí en adelante, ¿qué crees que hubiera estado bueno saber?
Algo que recién ahora lo estoy pensando, 22 años más tarde!
Algo que tiene que ver con la intimidad del baño, como espacio de la casa. No apurarme. No es un problema, no vivir como un problema el mancharme las manos con menstruación, o manchar algo, o que el proceso de cambiarte las toallitas, los tampones, la copita, que todo ese rollo no tiene que ser algo apurado, o escondido de los demás. Creo que ese sería un re buen consejo a mi misma: darle un espacio íntimo, pero no íntimo por oculto. Hay algo ahí que hago rápido, para resolver, como si fuera algo incómodo, como si hubiera algo que no estuviera bien.
Qué pelotudez! Es algo que pasa todos los meses!
No hace falta apurarse, nie esconder nada.

•¿Tenés prácticas o herramientas cotidianas que te ayuden a volver a tu equilibrio?
Sí! Y las tengo anotadas. Son mis pilares.
El silencio, la soledad, el orden y la limpieza.
No soy de virgo ! (risas). Pero me relaciono mucho con virginianos, y me traen mucha paz mental.
Necesito silencio, por el ruido mental. Y lo del orden y la limpieza, empiezo siempre por mi casa, para sentirlo adentro. Hay una analogía entre el adentro y el afuera.
Y la soledad, me es algo muy saludable. Siento que soy muy esponja. Entonces cuando estoy con mucha gente no puedo escuchar ni mis propios pensamientos.
Necesito soledad y silencio para oírme.
Esas son mis prácticas, mis recursos. Mis cuatro pilares.


•¿Qué libros recomendás?
El primero que pienso es La enfermedad como camino, de Thorwald Dethlefsen.
Y La ilusión de los mamíferos, de Julián López.


•¿Qué ves en tu futuro?
Hace dos días dije, no veo nada hacia adelante!
Estoy en un momento muy particular, donde no veo nada a futuro. Pero porque supongo que había un plan, que se cayó. Y entonces es como que no sé, no puedo re elaborar un plan muy rápidamente, y no quiero hacerlo.
No es una visión negativa del futuro, sino que solamente es incertidumbre.
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