HELLO DARKNESS MY OLD FRIEND
Empiezo a sentir un cosquilleo frío en el pecho, que se expande por mis brazos y las puntas de mis dedos. Una intensa fiebre de calor, deseosa de que me despoje de todo. De todos. De mi.
Mis pies dudan, parecen no saber pisar, buscando despegarse del suelo.
Solo quiero romper cosas. Estallarme en mil fragmentos y dejar de ser. Ahí sé que voy a morir. Como de más, me peleo, procastineo.
Hasta que en un momento, aparece mi instinto, que a veces tardo días, minutos, segundos en escuchar.
Respirá, enraizá. Escribí. Podes soltar. No vas a morir. 🌪
La ansiedad me acompaña hace varios años.
Durante el puerperio se hizo muy intensa, venía aflojando, pero en este confinamiento ha aparecido otra vez.
No sé si alguna vez podré vivir sin episodios de ansiedad, pero sí sé que cuando la siento instalarse en mi días, tengo herramientas a las que recurrir.
Hace años las vengo trabajando, explorando y haciendo más mías.
Dándoles valor. Hay algunos días que me supera la realidad, la maternidad, la rutina que no consigo establecer.
Pero ahí me esperan. El yoga y sentarme sola a escribir.
No sé si hacer yoga es de las cosas que más me gustan en la vida.
Pero me ayuda a ser más yo, sin desbordar. Me enraíza y hace que aparezcan genuinamente las cosas que sí me dan mucho placer hacer y que por lo tanto me regulan.
Como escribir, bailar, estudiar, cocinar y crear imágenes-relatos. Son las cosas que disfruto hacer sola, las que me gusta compartir y las que me gustaría que Lobo me recuerde haciendo el día que ya no estemos juntes todo el tiempo.
Me tatué JEDI en la mano, para cuando me siento abatida, recordarme que la oscuridad siempre está. No es algo de lo que tenga o pueda escapar. ES MI MAESTRA. Como la enfermedad, como los dolores, la ansiedad es mi maestra también. Darme cuenta que no soy la misma que hace unos años, que tengo herramientas que gesté y en las que me puedo apoyar, que me sirven a mi, y no a todo el mundo. Que puedo pedir ayuda y que está bien no estar bien. Sobre todo en un confinamiento por pandemia.
Mis pies dudan, parecen no saber pisar, buscando despegarse del suelo.
Solo quiero romper cosas. Estallarme en mil fragmentos y dejar de ser. Ahí sé que voy a morir. Como de más, me peleo, procastineo.
Hasta que en un momento, aparece mi instinto, que a veces tardo días, minutos, segundos en escuchar.
Respirá, enraizá. Escribí. Podes soltar. No vas a morir. 🌪
La ansiedad me acompaña hace varios años.
Durante el puerperio se hizo muy intensa, venía aflojando, pero en este confinamiento ha aparecido otra vez.
No sé si alguna vez podré vivir sin episodios de ansiedad, pero sí sé que cuando la siento instalarse en mi días, tengo herramientas a las que recurrir.
Hace años las vengo trabajando, explorando y haciendo más mías.
Dándoles valor. Hay algunos días que me supera la realidad, la maternidad, la rutina que no consigo establecer.
Pero ahí me esperan. El yoga y sentarme sola a escribir.
No sé si hacer yoga es de las cosas que más me gustan en la vida.
Pero me ayuda a ser más yo, sin desbordar. Me enraíza y hace que aparezcan genuinamente las cosas que sí me dan mucho placer hacer y que por lo tanto me regulan.
Como escribir, bailar, estudiar, cocinar y crear imágenes-relatos. Son las cosas que disfruto hacer sola, las que me gusta compartir y las que me gustaría que Lobo me recuerde haciendo el día que ya no estemos juntes todo el tiempo.
Me tatué JEDI en la mano, para cuando me siento abatida, recordarme que la oscuridad siempre está. No es algo de lo que tenga o pueda escapar. ES MI MAESTRA. Como la enfermedad, como los dolores, la ansiedad es mi maestra también. Darme cuenta que no soy la misma que hace unos años, que tengo herramientas que gesté y en las que me puedo apoyar, que me sirven a mi, y no a todo el mundo. Que puedo pedir ayuda y que está bien no estar bien. Sobre todo en un confinamiento por pandemia.